No todas las personas reaccionamos del mismo modo a la
adversidad. El devenir de la vida nos traerá siempre situaciones más o menos
complicadas de resolver y/o traumáticas, y frente a una situación similar dos
personas pueden reaccionar de manera muy diferente. Mientras que habrá quien
parece resolver una situación con relativa facilidad, otras personas pueden
sentirse bloqueadas frente a la misma situación y generar importantes niveles
de sufrimiento emocional.
Esto se debe a que respondemos en función de nuestra
historia de vida, de los aprendizajes y habilidades que hemos desarrollado a lo
largo de la misma. No hay dos historias de vida iguales, por lo que no veremos dos respuestas idénticas aunque puedan
ser
similares. Ahora bien, esto no quiere decir que no podamos aprender a
desarrollar ahora habilidades para afrontar con éxito las dificultades de la
vida a posteriori. Os lo contamos…
Una de las habilidades más estudiadas en el afrontamiento de
situaciones vitales difíciles y/o traumáticas, así como de los problemas del
día a día, ha sido la resiliencia. Se ha definido como la capacidad de una
persona para superar y hacer frente a diferentes situaciones difíciles e
incluso traumáticas de su vida. Incluso, se agrega que es la que nos permite
salir fortalecidos tras la situación.
Cuanto más resilientes somos, mayor capacidad tenemos de
reestructurar nuestros
psicológicos en función de lo que necesitemos, nos
volvemos más flexibles frente a la adversidad. En parte, es como tener mayor
facilidad para identificar nuestra propia caja de herramientas, junto con la
capacidad de poder seleccionar lo que necesitamos para cada situación.
Para quien al leerlo considere que no tiene mucha
resiliencia, la buena noticia es que no se trata de una capacidad innata y
estática. Se adquiere y desarrolla a lo largo de la vida. En muchas ocasiones
la desarrollamos de manera natural, en la medida en la que nos suceden cosas. Pero
conocer las características de las personas resilientes nos puede ayudar a
potenciar esta habilidad en nuestro día a día. Os las contamos…
Autoconocimiento. Las personas resilientes conocen sus
capacidades, saben a qué pueden llegar y a qué no. Se sienten seguros tanto a
la hora de aplicar lo que conocen, como a la de afrontar el pedir ayuda y
buscar soluciones cuando no saben como resolver un problema.
- ¿Cómo podemos potenciar este área? Aprendiendo a ser honestos con nosotros mismos, de manera gentil. Pensar si hemos resuelto algo parecido antes, buscar soluciones, valorar nuestra capacidad y pedir ayuda si es necesario. Saber pedir ayuda es también una cualidad que tenemos que desarrollar.
Creatividad en la solución de problemas. Las personas
resilientes han resuelto situaciones diversas y saben ser creativas en su día a
día o frente a situaciones nuevas. Afrontan aquello que es nuevo desde el reto,
desde la curiosidad… y se plantean diversas soluciones y maneras de resolverlo,
sin buscar una única y estática respuesta.
- ¿Cómo podemos desarrollarlo? Buscando soluciones. Plantearnos qué tenemos delante y qué podemos hacer. Podemos hacer nuestra propia lluvia de ideas, valorar pros y contras y llevar a cabo la solución que más nos convence.
Actitud. La actitud frente a la adversidad va a ser
fundamental. Una persona resiliente se permitirá sentir todo aquello que tenga
que sentir, no quiere decir que no aparezcan emociones desagradables. Pero sí
es una manera de afrontar desde la movilización, desde el qué viene después,
que van a hacer. Una actitud de no paralizar su vida por lo que ha ocurrido.
- ¿Cómo la podemos desarrollar? Siendo honestos con nosotros mismos. Pararnos un segundo a pensar… ¿Cómo quiero vivir? ¿Merece la pena paralizar mi vida por esto que me está ocurriendo o lo vivo y continúo viviendo en la dirección que es importante para mi? Cambia muchísimo el bienestar percibido y la rapidez de vuelta a la normalidad.
Objetividad sin pesimismo. Es una capacidad de ver las cosas
como son, no maquillar la realidad. De vivir y aceptar lo que nos está ocurriendo
que no podamos cambiar, sin paralizarnos y hundirnos en una espiral de
pensamiento sobre ello. Se trata de buscar cómo vivir esa situación, sin dejar de lado nuestra vida ni
generalizando que todo vaya a ir mal. La realidad es que nunca sabemos qué va a
ocurrir después.
- ¿Cómo lo logramos? De manera similar a lo anterior… ¿Merece la pena estancarme en esto difícil o quiero continuar mi vida? Ver las cosas como son y buscar como podemos continuar hacia delante sin auto-imponernos barreras, ya que lo único que haríamos sería incrementar nuestro sufrimiento.
Círculo social positivo. Las personas resilientes suelen
contar con un círculo de personas con las que mantienen relaciones positivas. Saben
que tienen personas a las que pueden acudir, y con las que reciben vinculación
social positiva. Y cultivan esas relaciones sanas.
- ¿Cómo lograrlo? Cuidando nuestras relaciones, cimentando e invirtiendo en relaciones positivas con quienes nos importan. Y aprender a poner límites cuando se trata de relaciones menos sanas; estar dispuesto a elegir nuestras relaciones. ¿Qué nos aportan y qué aportamos?
Control en el descontrol. Admiten que no siempre tendrán el
control de todas las situaciones. Se hacen responsables de lo que pueden
controlar pero no se culpan de lo que no.
- ¿Cómo lograrlo? Aprendiendo a identificar qué responsabilidad es nuestra en lo que nos ocurre y qué no. Ser gentiles con nosotros mismos sin martirizarnos por lo que no podemos controlar, y cogiendo las riendas en lo que podamos hacer. Un ejemplo sencillo: podemos perder el tranvía porque ha venido antes de lo que debía (no controlamos) y elegir coger el autobús para llegar a trabajar (esta es nuestra parte de responsabilidad).
Flexibilidad. Afrontar los cambios con rigidez nos
inmoviliza si las cosas no van como esperamos. Las personas resilientes
desarrollan flexibilidad y capacidad de hacer frente y cambiar conforme al
proceso.
- ¿Cómo lograrlo? Estar abiertos al cambio. Aceptar que va a implicar renuncias por un lado, y ganancias por otro. Establecer solución de problemas si surgen. Y estar dispuestos a tolerar cierta incertidumbre, no poder saber lo que va a ocurrir, e ir modificando nuestra hoja de ruta, en función de los acontecimientos.
Todo esto nos puede ayudar a ir implementando estos cambios
de actitud en nuestro día a día, y desarrollar esta habilidad de afrontamiento. No obstante, en algunas ocasiones, no bastará con desarrollar
estas capacidades para poder hacer frente a situaciones de nuestra vida. En
ocasiones tendremos que pedir ayuda para aprender a hacer frente a lo que nos
trae la vida. Y al final, saber hacerlo es también un componente de la
resiliencia.
Si necesitas orientación, no dudes en ponerte en contacto
con Martínez Bardaji psicología y salud. Estaremos encantadas de ayudarte.