Vivimos en un mundo mediatizado e informatizado. Las “nuevas
tecnologías” son el pan de cada día para casi todo lo que hacemos en nuestra
vida diaria y se han introducido en nuestra manera de relacionarnos, a través
de las redes sociales y portales de mensajería. Estas se han convertido en una
poderosa herramienta para compartir información e interactuar con otras
personas de manera instantánea.
Si bien en un inicio se asoció el boom de las redes sociales
a un uso más característico de la juventud, la realidad es que cada vez más
personas de todos los cohortes de edad las utilizan de manera habitual. Lo que
sí es cierto, es que su uso podría ser algo diferente en función de la edad; y
que sería más habitual de los jóvenes el uso disfuncional y/o compulsivo.
La vida real vs. La
vida virtual
Las redes sociales tienen diversos beneficios, entre los que
destacaría personalmente el poder comunicarnos con personas con las que de lo
contrario, no podríamos mantener un contacto habitual. Aún así, el uso de las
redes sociales puede suponer un doble rasero. Las redes sociales nos mantienen
siempre conectados, y cada persona selecciona cuidadosamente la realidad que
quiere mostrar a los contactos a través de su red.
Elegimos mostrar lo mejor de
nosotros mismos, situaciones poco comunes, acontecimientos muy bien
seleccionados, nuestra versión más admirable. Al final casi todo lo que
publicamos dice cosas positivas de nosotros y creamos “vidas perfectas
virtuales”.
En algunos casos, sobre todo en personas más jóvenes, aparece
una tendencia de mostrar una imagen que difiere en gran medida de la real;
hablamos ya no solo de mostrar la cara más positiva de sí mismos, sino de
generar una personalidad diferente a la real, una imagen completamente nueva.
Diversos investigadores llaman la atención sobre ello, ya que algunos estudios
se aventuran a afirmar que incluso, estas personas mostrarían una personalidad
diferente o rasgos diferenciados para cada red social.
No obstante, no quiero decir ni mucho menos que querer
mostrar lo mejor de nosotros mismos o compartir lo positivo que vemos en nuestro
día a día en las redes sea algo negativo; es lógico que queramos mostrar
nuestra mejor faceta. El problema no está en compartir más o menos auto-fotos.
El problema radica cuando hacemos todo esto para recibir admiración y
validación social. Cuando mostramos nuestra “maravillosa vida” o nuestra “personalidad”
a través de las redes buscando “likes”, que nos digan lo geniales que somos, la
envidia que tienen del viaje que hemos hecho. Que depositemos nuestro valor
sobre lo que recibimos de los demás en las redes.
Siendo sinceros, a todos los que utilizamos las redes
sociales nos gusta ver indicativos de que la gente aprecia o da valor a
nuestras publicaciones. Pero… ¿podemos permitir que sea tan determinante para
nuestro autoconcepto y autoestima? ¿Un simple click tiene tanto valor? Cuando
la respuesta es sí, es cuando se torna dañino para la autoestima y es síntoma
de un problema mayor. Generalmente, son usuarios más jóvenes quienes depositan
tanto valor a lo que obtienen de sus redes sociales
¿De qué otras maneras
afecta a la autoestima?
Otra manera en la que las redes nos pueden afectar a la
autoestima es a través de la comparación. Las personas tendemos a decidir qué
está bien o mal, qué es normal o no lo es, a través de lo que consideramos
normativo en nuestro entorno. Pues bien, lo mismo viene a ocurrir para el caso
de las redes sociales. Los estímulos diarios y constantes que recibimos a
través de facebook, instagram, twitter… Todo lo que nuestros contactos
comparten sobre “como es su vida” hace que inmediatamente la comparemos con la
nuestra. En ocasiones, tras “checkear” las redes sociales podemos tener un
sentimiento de desánimo o ligero ánimo deprimido. Ver tantas imágenes
“perfectas” o “lugares paradisíacos” que no tenemos y no conoceremos genera un
fuerte impacto sobre nosotros mismos.
Además, actualmente en la sociedad nos encontramos en un
punto en el que la imagen, la apariencia, parece primar más la esencia de
nosotros mismos. Que nos quieran se relaciona directamente casi con la imagen
que perciben los demás y esta se mide en el éxito en las redes sociales. Parece
increíble al leerlo, ¿verdad?
La manera de
interaccionar en las redes sociales es un reflejo de nuestra vida
La manera en la que utilizamos nuestras redes sociales
refleja en ocasiones lo que buscamos o necesitamos. De acuerdo con la
investigación científica, cuando se utiliza de manera asidua y constante –
podemos exceptuar aquí a personas que se ganan la vida de ello como son los y
las bloggers, por ejemplo – puede
indicar una importante necesidad de validación por parte de nuestro ambiente
externo asociado a problemas de autoconcepto, autoestima, y problemas de mayor profundidad.
Cuando le damos una excesiva importancia a la opinión de los demás, una persona
con baja autoestima podría tender a emplear los medios de las redes sociales
para buscar la aprobación que cree necesitar y de no lograrlo, incrementará su
malestar.
Con esto no queremos decir que emplearlas signifique tener
una baja autoestima, ni que todas las personas que las utilizan a menudo la
tengan. Lo que sí quiere decir es que en ocasiones la red social puede suponer
un medio, y contraproducente además. Cuando la finalidad de compartir
contenidos es distinta a poder mostrar a personas conocidas algo, para lograr
un fin personal, es cuando debemos activar nuestras alarmas.
Las redes sociales son una buena plataforma para
relacionarlos y compartir momentos. Pero siempre debemos tener presente que: lo
que compartimos es accesible a todos nuestros contactos – y puede que más; que
son plataformas para relacionarnos y entretenernos; que su uso será perfecto,
independientemente de la cantidad, siempre que no lo utilicemos para compensar
problemas de autoestima u otras carencias emocionales; que son superficiales y
no contienen la esencia, ni mucho menos, de la persona que está detrás de ese
perfil.
Las diferentes
razones en las redes sociales
Ahora que conocemos estos procesos, vamos a ejemplificar con
diferentes razones para compartir los mismos contenidos en redes sociales, lo
que nos puede ayudar a detectar comportamientos problemáticos. No tendrá el
mismo impacto si:
- Compartimos un selfie para inmortalizar y compartir un momento porque queremos compartirlo, que porque queremos “que vean lo genial que somos y fardar"
- No será lo mismo un selfie por diversión que por validación
- No será lo mismo compartir algo por el gusto de compartirlo que por “enviar” mensajes a otras personas.
- No será lo mismo compartir para presumir que para compartir.
De acuerdo con un reciente estudio, quienes compartían mayor
cantidad de selfies al día en las redes sociales solían tener una autoestima
más baja, ya que lo hacían con la finalidad de obtener me gustas.
¿Qué podemos hacer
para evitar que nos afecte?
- Primero, ser realista y no comparar: lo primero que tenemos que tener presente es que todo lo que publicamos y publica la gente está seleccionado. Que todos hagan “tantas actividades” no quiere decir que toda su vida sea así. O que tengan más o menos likes no significa que sean mas o menos queridos.
- No indagar en la vida de los demás: a menudo, las redes sociales se convierten en un plató de investigación para las personas. Además de que no tendríamos que perder valioso tiempo de nuestra vida con eso, lo que vemos no es la vida ni siquiera la persona: es lo que ha decido compartir. Es una pequeña parte.
- No medir nuestro éxito a través de nuestros contactos: ni el número de amigos de facebook, twitter, instagram… ni de likes equivalen a nuestro éxito vital o como personas.
Si necesitas orientación, no dudes en ponerte en contacto
con Martínez Bardaji psicología y salud.
Estaremos encantadas de ayudarte.
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