“Mañana lo hago”, “El lunes
empiezo”, “La próxima vez no me pasará esto, me organizaré de otra manera”. ¿Te
son comunes estas afirmaciones o declaraciones de intenciones? ¿Organizas tu
agenda como si el día tuviera 32 horas con la creencia de que vas a ser capaz
de llegar a todo? ¿Tienes la convicción de que todo es cuestión de tener
voluntad para realizar la totalidad de lo planificado?
Lo cierto es que todo el mundo alguna
vez ha postergado alguna tarea para el día siguiente que podía o necesitaba
hacer en ese momento. Sin embargo, cuando esta actitud se repite con demasiada
frecuencia en nuestras vidas se vuelve un hábito y se convierte entonces en un
importante límite para alcanzar nuestros objetivos, ya sean triviales o sean
relevantes (como por ejemplo, estudiar para un examen o preparar una reunión de
trabajo).
La postergación o procrastinación, más
allá del falso alivio del primer momento, implica un gran desgaste que puede
dar lugar a la generación de emociones negativas tales como culpa, angustia o
frustración. A esto se le suma el círculo vicioso en el que se puede llegar a adentrar
uno, lamentándose de manera continua sobre esta situación y sin intentar buscar
soluciones. Por tanto, no es difícil imaginar la repercusión que tiene este
hábito en la vida cotidiana de una persona, así como en el ámbito psicosocial y
laboral. No olvidemos tampoco que esta práctica es una repercusión hacia
nosotros mismos puesto que generalmente tendemos a postergar nuestras propias
actividades, y no tanto las que nos han ordenado otras personas.
Sin embargo, no todo es negativo. Al
igual que la procrastinación es un hábito que hemos aprendido, de la misma
manera podemos desaprenderlo. ¿Cómo? A continuación de damos una serie de
claves que te ayudarán a dejar de postergar.
1. Empieza ya y
olvida el día “ideal”. Cambia
tus creencias irracionales como por ejemplo: “No pasa nada si no lo hago
ahora”, “Aún tengo tiempo”, “Lo haré más adelante”, “No sé cómo hacerlo”, “Me
da pereza”, “No seré capaz”, etc. Rompe con ese esquema; ponte manos a la obra y verás como
poco a poco tú mismo/a te animas a continuar trabajando en tus metas sin
necesidad de aplazarlas continuamente.
2. Divide las tareas y prioriza. Divide tus metas en metas a largo, medio y corto plazo para
que sea más fácil determinar las que son diarias y las que debes de priorizar.
Como regla general, trata de hacer primero las tareas más difíciles o las que
menos disfrutas, con el objetivo de mantenerte motivada/o y productiva/o
resolviendo un desafío temprano.
3. Diferencia entre lo urgente y lo importante. Distingue
cuáles son las cosas importantes para ti (por ejemplo, pasar más tiempo con la
familia, empezar una dieta, o buscar trabajo). Efectivamente, los asuntos
urgentes a veces necesitan atención al momento, pero en otras ocasiones, somos
nosotros/as mismos/as quienes les damos a ciertas cosas el carácter de urgente
sin serlo tanto para evadirnos de otras cuestiones importantes, ya sea por
falta de confianza o incluso porque no nos atraiga mucho realizarlas independientemente
de su importancia. En estos casos, es útil establecernos una cantidad de días
específicos para hacer la actividad elegida, pautando desde el principio
cuántos días por semana y horas por día vamos a dedicarle.
4.
Poner énfasis en predisponernos para la acción. Asimismo,
otra actitud efectiva en este sentido, es concentrarnos en todas las cosas
positivas que nos va a traer el hacer aquello que estamos dejando para después.
De esta forma, desviamos la atención de los aspectos negativos y la fijamos en
aquellos que nos ayudarán a conseguir nuestros propósitos.
5.
Delega si es necesario. Si existen algunos asuntos que
crees que se pueden resolver delegándolos en otras personas, también puedes
hacerlo. A veces elegir esta opción en el momento adecuado puede resultar
beneficioso en tareas urgentes que haya que resolver con rapidez, pero que no
son importantes, es decir, no se dirigen a tus objetivos ni exigen que estés
involucrado/a.
5. Premiarse a uno/a
mismo/a. Salir a caminar, ver una película, escuchar
música, quedar con los amigos/as, etc., es una forma de asociar la nueva
conducta con algo placentero, aumentando así las posibilidades de que se
repita.
Todos los consejos
aquí mencionados te ayudarán a llevar mejor tus actividades y a hacer que
lo único que dejes para después sea la procrastinación. No obstante, eres
tú la única persona que puede decidir hacer que las cosas cambien. Adopta
un rol activo ante tu propia vida. Eres tú la/él protagonista de ella.
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